Esteban y Fátima
Boda civil en el Castillo de la Arguijuela
La historia de Esteban y Fátima comenzó unas semanas antes de la boda, durante la sesión de preboda. Pasamos una tarde tranquila, aprovechando la luz suave del atardecer. Desde el primer momento se notaba la conexión entre ellos: gestos naturales, miradas que decían mucho y una complicidad que hacía que todo fluyera con facilidad. Esa sesión fue una oportunidad perfecta para conocernos mejor y para que ellos se sintieran cómodos frente a la cámara antes del gran día.
El día de la boda
La boda civil se celebró en el Castillo de la Arguijuela de Abajo, un lugar con un encanto especial, rodeado de historia y naturaleza. Desde primera hora el día se presentó soleado y luminoso, con ese cielo azul tan característico de Cáceres que parecía hecho a medida para la ocasión.
La ceremonia fue íntima y emotiva, con un número reducido de invitados, lo justo para que cada momento se viviera de forma cercana. Esteban y Fátima quisieron que su boda reflejara exactamente eso: sencillez, autenticidad y emoción.
Durante la ceremonia no faltaron las sonrisas, las miradas cómplices y alguna que otra lágrima contenida. La luz natural que entraba entre las piedras del castillo añadía un ambiente cálido y acogedor, perfecto para capturar cada instante tal como fue, sin artificios.
Un entorno con carácter
El Castillo de la Arguijuela de Abajo ofrecía el escenario ideal. Sus muros de piedra, los tonos tierra y la vegetación que lo rodea aportaron un marco lleno de textura y personalidad. Después de la ceremonia, aprovechamos los alrededores para una breve sesión de pareja. Ellos seguían igual que en la preboda: naturales, tranquilos y disfrutando del momento.
Un cierre lleno de calma
A medida que el sol caía, el ambiente se volvió todavía más especial. La luz dorada del atardecer iluminó la fachada del castillo y nos regaló unos últimos retratos con un tono cálido y sereno. Fue el final perfecto para un día en el que todo fluyó con naturalidad.
La boda de Esteban y Fátima fue un recordatorio de que las celebraciones pequeñas también pueden estar llenas de significado. Lo importante no es la cantidad de gente, sino la calidad de los momentos compartidos.
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